Hemos tenido que recorrer 35 años de democracia para alcanzar unos niveles de corrupción y autoritarismo cada vez se parecen más a los de la dictadura que combatieron nuestros abuelos. A simple vista, podría parecer que la batalla contra los viejos principios que mantuvieron atemorizados a los españoles durante 40 años se está perdiendo. Hoy, como entonces, las élites gobernantes consideran la disidencia como una manera de desorden civil que exige de actuaciones firmes, un elemento perturbador al que es legítimo intimidar, desacreditar y aislar porque puede minar los cimientos en los que se sustenta el “mundo feliz” que generosamente están creando para sus ciudadanos. Si antes el final era más brutal y evidente, hoy lo que se impone es la forma sutil de asesinato civil para acabar con quienes provoquen presión política contra los intereses de las oligarquías dominantes o, lo que es lo mismo según su pensamiento, contra los intereses generales.
Cada nueva generación que ha ido llegando a la política de la mano de los grandes partidos, lo ha hecho con menos freno moral y dispuesto a todo con tal de tener el poder y de vivir de él. Su ignorancia y su falta de escrúpulos verdaderamente nos ponen en peligro. Son la metáfora de una ambición sin límites que ha reducido al Estado a una enorme agencia de colocación para los suyos, y a la Democracia al prólogo de una novela negra que entrelineas nos anticipa un final trágico.
En su fariseísmo nos hace
creer que son coyunturas imprevisibles cosas que realmente son deliberadas y
que, si no se descontrolan, les son útiles a su proyecto de mantener a la
ciudadanía acorralada por un permanente estado de confusión y angustia que les
impida pensar con claridad.
Y es que un auténtico régimen de libertades y de justicia social que sirviera a todos por igual, y que ayudara a dar soluciones a los problemas de la sociedad, es un peligro que debe evitarse para hacerse necesarios ante los ojos de la masa acrítica de desheredados intelectuales que les hacen de sostén.
Amparados por el omnímodo poder de esas inhumanas multinacionales que beben de las fuentes del Fabianismo más puro y peligroso han falseado la verdadera Democracia, han generalizado la corrupción, han utilizado al ciudadano para los intereses propios, han hecho de la mentira y del uso de la violencia psicológica sus armas para repartirse el poder y sus beneficios. Y todo, intentando siempre mantenernos al margen de su juego, y exigiendo la renuncia de los derechos individuales a cambio de garantizar un futuro de bienestar y orden que, por supuesto, sólo esos partidos pueden proporcionar.
El asedio a la sociedad libre pasa necesariamente por la desactivación de la juventud. Por tanto, la estrategia propagandística y pedagógica orientada a ella es fundamental. Sólo cuando les interesan sus votos los hacen visibles, utilizando para su manipulación el reclamo de jóvenes del aparato que se comportan como burócratas, y son la antítesis de la conciencia revolucionaria que debería definir cualquier movimiento juvenil. No representan a la juventud, sólo a la juventud orgánica de esos partidos. Y además, llegan convencidos de que la política es un chollo del que hay que aprovecharse. Esa gente, que son vividores por vocación, llega a la política con el ánimo de hacer de ella su profesión y vivir de ella a costa de los demás y, por supuesto, sin dar ni un golpe.
Viendo esta realidad, muchos jóvenes han decidido echarse para adelante en la lucha por el derecho de los jóvenes al trabajo digno, a una vivienda asequible, a espacios de ocio, a la participación ciudadana, a la cultura, al disfrute de un medioambiente saludable, a todo eso que cada cuatro años les prometen y después se olvida.
Para eso han puesto en marcha un movimiento aparentemente honrado en donde dicen que cuentan las personas y no los votos, en donde dicen que los jóvenes tienen una voz independiente y no son tratados como marionetas. Un movimiento que mantiene que la sociedad hay que construirla de abajo a arriba y sin privilegios inmerecidos.
No tienen experiencia pero sí sólidos principios éticos. La bisoñez política y el idealismo son sus señas de identidad. Nunca se sabe, pero aunque es posible que no cambien el mundo ya se han ganado el respeto y la admiración de todos los demócratas. Y es que carecer de la experiencia de los zorros viejos y pragmáticos que conocen todos los trucos para limpiar de huevos el gallinero es sin duda un valor añadido que habrá que sumar a la valentía de enfrentarse a la presión del ambiente hostil que les espera.
Si quienes nos gobiernan los han llevado a la tragedia de carecer de futuro, era lógico y deseable el paso que han dado estos jóvenes. Ojalá cunda el ejemplo.
Sólo esperemos que quienes llevan tantos años fabricando analfabetos políticos e intentando castrar anímicamente a los jóvenes no les pasen factura limitándose a cumplir escrupulosamente las reglas del juego democrático. Deben dejarles decir lo que quieren decir sin coacciones ni amenazas. En libertad. Aunque eso, en los herederos ideológicos de aquellos primeros fabianos que manifestaban sin pudor su admiración por personajes como Stalin, Mussolini o Hitler, no parece que sea una hipótesis probable. Por si acaso, quienes pensamos que esta falsa que llamamos democracia debe ser mejorada, estaremos vigilando.
Y es que un auténtico régimen de libertades y de justicia social que sirviera a todos por igual, y que ayudara a dar soluciones a los problemas de la sociedad, es un peligro que debe evitarse para hacerse necesarios ante los ojos de la masa acrítica de desheredados intelectuales que les hacen de sostén.
Amparados por el omnímodo poder de esas inhumanas multinacionales que beben de las fuentes del Fabianismo más puro y peligroso han falseado la verdadera Democracia, han generalizado la corrupción, han utilizado al ciudadano para los intereses propios, han hecho de la mentira y del uso de la violencia psicológica sus armas para repartirse el poder y sus beneficios. Y todo, intentando siempre mantenernos al margen de su juego, y exigiendo la renuncia de los derechos individuales a cambio de garantizar un futuro de bienestar y orden que, por supuesto, sólo esos partidos pueden proporcionar.
El asedio a la sociedad libre pasa necesariamente por la desactivación de la juventud. Por tanto, la estrategia propagandística y pedagógica orientada a ella es fundamental. Sólo cuando les interesan sus votos los hacen visibles, utilizando para su manipulación el reclamo de jóvenes del aparato que se comportan como burócratas, y son la antítesis de la conciencia revolucionaria que debería definir cualquier movimiento juvenil. No representan a la juventud, sólo a la juventud orgánica de esos partidos. Y además, llegan convencidos de que la política es un chollo del que hay que aprovecharse. Esa gente, que son vividores por vocación, llega a la política con el ánimo de hacer de ella su profesión y vivir de ella a costa de los demás y, por supuesto, sin dar ni un golpe.
Viendo esta realidad, muchos jóvenes han decidido echarse para adelante en la lucha por el derecho de los jóvenes al trabajo digno, a una vivienda asequible, a espacios de ocio, a la participación ciudadana, a la cultura, al disfrute de un medioambiente saludable, a todo eso que cada cuatro años les prometen y después se olvida.
Para eso han puesto en marcha un movimiento aparentemente honrado en donde dicen que cuentan las personas y no los votos, en donde dicen que los jóvenes tienen una voz independiente y no son tratados como marionetas. Un movimiento que mantiene que la sociedad hay que construirla de abajo a arriba y sin privilegios inmerecidos.
No tienen experiencia pero sí sólidos principios éticos. La bisoñez política y el idealismo son sus señas de identidad. Nunca se sabe, pero aunque es posible que no cambien el mundo ya se han ganado el respeto y la admiración de todos los demócratas. Y es que carecer de la experiencia de los zorros viejos y pragmáticos que conocen todos los trucos para limpiar de huevos el gallinero es sin duda un valor añadido que habrá que sumar a la valentía de enfrentarse a la presión del ambiente hostil que les espera.
Si quienes nos gobiernan los han llevado a la tragedia de carecer de futuro, era lógico y deseable el paso que han dado estos jóvenes. Ojalá cunda el ejemplo.
Sólo esperemos que quienes llevan tantos años fabricando analfabetos políticos e intentando castrar anímicamente a los jóvenes no les pasen factura limitándose a cumplir escrupulosamente las reglas del juego democrático. Deben dejarles decir lo que quieren decir sin coacciones ni amenazas. En libertad. Aunque eso, en los herederos ideológicos de aquellos primeros fabianos que manifestaban sin pudor su admiración por personajes como Stalin, Mussolini o Hitler, no parece que sea una hipótesis probable. Por si acaso, quienes pensamos que esta falsa que llamamos democracia debe ser mejorada, estaremos vigilando.
1 comentario:
Agustín imposible leer el escrito,las letras en negro con fondo gris oscuro,impide la lectura,debes pones un fondo blanco o amarillo.Saludos.
Publicar un comentario