Quizás
la democracia española se diseñó como un teatro de marionetas en donde el
público puede ver el escenario, ver a los muñecos y escuchar a los actores,
incluso aplaudir o abuchear al Director, pero que ni sabe quién es el autor del
libreto que se representa, ni tampoco conoce a quienes mueven los hilos detrás
de la cortina.
Según
parece, los métodos de colonización mental utilizados durante 30 años para
extender la pandemia de la estupidez desde la televisión y, principalmente,
desde el laboratorio para la experimentación psicológica con los jóvenes
que conocemos como Sistema Educativo,
tampoco permite comprender al gran público el trágico golpe social que se
desarrolla sobre el escenario.
Por
eso pienso que no deberían preocuparnos tanto los recortes que puedan
producirse en educación como el proyecto perverso que esconde un sistema que,
no olvidemos, es obligatorio. Que, ojo, interviene, forma y educa a todos
nuestros niños y jóvenes.
Con
los resultados de Andalucía en la mano, de haber una Comunidad educativa
honesta y una Sociedad Civil dignamente en pié, hace mucho que estarían
alertando y combatiendo esa realidad, y no otras cuestiones menores
intencionadamente sobredimensionadas.
Lo
importante para llegar a una sociedad verdaderamente evolucionada no son sólo
tres interinos más o menos, sino resolver el jibarísmo mental que estamos padeciendo, la obviedad de que la
educación es una gigantesca máquina de
adoctrinamiento encargada de proveer al sistema de ignorantes que protejan el
orden social establecido.
Mientras la ciudadanía sea condicionada por
importantes dosis de tranquilizadora
desinformación preparada con el propósito de evitar que sepa demasiado,
mientras que se utilice la educación para alargar indefinidamente la madurez
mental de la niñez, las amenazas contra las estructuras de poder no existirán y
podrán dormir tranquilos los responsables, pero España tendrá los días
contados.
El
camino que debemos marcarnos entre todos, y principalmente quienes tengan la
responsabilidad de iniciar las urgentes reformas que necesita éste país es,
sobre todo, el de terminar con la atrofia intelectual que nos han impuesto; con
la propaganda que puede hacer que una
masa estúpida y peligrosa extienda el desorden y haga de la violencia sus señas
de identidad si así se lo sugieren sus programadores.
Se
necesitarán años de educación intelectual y ética en la buena dirección para
restaurar el grave deterioro que han infringido a tantas generaciones. Años de
formación y educación orientada a dotar de vida mental a las personas, del
respeto a las normas, al esfuerzo y al trabajo productivo, no a la ausencia de
éstos. Debe protegerse al verdaderamente débil, sí. Hay que mantener el estado
de bienestar, también. Pero hay que dejar caer a quienes solo esperan ser tutelados,
subvencionados y vivir ociosos mientras se desintegran moralmente por haber
sido educadas solamente en el cultivo del placer y la autocomplacencia.
Indignados
estamos muchos. Cada vez hay más ciudadanos responsables, también docentes,
jueces y policías, que ya no se creen que lo que pasa en las aulas o en las
calles ocurre porque sí. Muchos nos preguntamos si éste desorden y falta de
autoridad solo persigue que pidamos a gritos la vuelta al autoritarismo.
Conmigo que no cuenten, pero no sería extraño que fabricar masivamente a
estúpidos sin esperanza campando incontrolados por las calles, en un contexto
de gran depresión como el actual, sea la antesala de alguna atrocidad que nos
tengan preparada. O eso, o que Bullock, el historiador inglés que dijo que el
mal es un estado de incompetencia tenía razón. Si eso es así, nuestra travesía
por la Democracia de la mano de esta clase política tan absolutamente
incompetente nos está llenando las calles con el mal, y con el sentimiento de
que la sociedad parece amenazada por un gran cataclismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario