El pasado
uno de octubre comenzó a aplicarse el acuerdo agrícola entre la Unión Europea y
el reino de Marruecos. Aunque algunos de los productos estrellas del campo onubense- la
fresa y la clementina- han sido calificados como sensibles y siguen gozando de
una relativa protección, la realidad es que la falta de control de entrada de
los productos agrícolas marroquíes supone que en la práctica, la libertad de entrada de
la producción de nuestros vecinos del sur será poco menos que total.
Si en el
pasado las instituciones europeas y españolas no se mostraron exigentes en el
cumplimiento de los acuerdos alcanzados sobre los volúmenes de entradas, ni sobre
los precios, ni sobre garantías sanitarias, permitiendo así que la competencia
desleal de un país con salarios de 0,5 euros la hora, además del dominio
de las grandes distribuidoras con sus precios de compra abusivos terminaran hundiendo a
muchas pequeñas explotaciones y a muchos jornaleros, ahora, con el nuevo acuerdo, no hay motivos
para pensar que esta vez las instituciones velen por los intereses de quienes están de una u
otra manera ligados al sector agrícola onubense.
Al débil
gobierno Socialista que en 2009 permitió el cierre de las negociaciones en los términos
que se hizo le ha seguido otro gobierno, esta vez Popular, que se ha mostrado
igualmente débil ante la comunidad europea. Sin prácticamente mostrar
batalla han permitido que se infrinja un grave perjuicio al sector agrícola
andaluz y consecuentemente a la vida de tantas personas que tienen que ganarse el sustento trabajando en el campo.
Incomprensiblemente, la entrada
en vigor de este acuerdo, que debería de haber sido un motivo de alarma para el
conjunto de una provincia que se ha convertido en la principal productora de
fresas y de cítricos de Europa, y que ha hecho de la agricultura un sector
estratégico que soporta el mayor peso de la economía provincial además de la
casi exclusiva fuente de generación de empleo, ha pasado prácticamente
desapercibida en nuestra provincia.
En vez de
haber coordinado actuaciones entre todos los afectados para impedir la entrada
en vigor de dichos acuerdos, se ha optado por la callada por respuesta que
imponía la clase política. Haciendo primar los intereses de una parte de la
comunidad europea-la del norte- y los intereses nacionales que imponen el
mercadeo industrial y militar a la justicia social, y que anteponen que la balanza comercial con Marruecos
sea positiva para España a la vida de los jornaleros y de los pequeños empresarios agrícolas, se ha echado a los leones la vida de muchos miles de onubenses y andaluces.
La solución
de ofrecer al empresariado perjudicado por las nefastas políticas agrarias de la comunidad europea mirar para otro lado en el sacrificio de
las condiciones laborales y salariales de los trabajadores de campaña para
equilibrar así su cuenta de resultados ya se venía dando desde hace años. Esa incalificable poca vergüenza solo ha podido llevarse a cabo gracias al miserable silencio y la complicidad de las
organizaciones sindicales que, o bien por los ingresos anónimos en la cuenta bancaria particular
de los líderes provinciales, o a seguir regando con ríos de subvenciones a los
grandes sindicatos a nivel regional o nacional, han permitido que la explotación que
hoy existe en el campo de Huelva sea una realidad muy difícil de imaginar para aquellos que no trabajen en el sector.
Si desde
siempre ya eran precarias y penosas las condiciones laborales y salariales de
los trabajadores agrícolas de la provincia de Huelva, y se podía hablar con propiedad de explotación consentida por sindicatos e instituciones, después de la entrada en
vigor de los acuerdos con Marruecos la realidad y el día a día de quienes hoy
trabajan en la recolección de cítricos, así como de quienes lo harán en la
próxima campaña de recolección de fresas, se ha desbordado y es y será muy
similar a lo que conocemos como esclavitud. Y eso, que puede parecer exagerado
a quienes lo miran desde la distancia lo certifica quien firma, que
había trabajado antes y que trabaja ahora, después de la entrada en vigor de los acuerdos, recogiendo naranjas a destajo en el campo de Huelva.
Estamos bien
jodidos. Pillados entre el fundamentalismo de una globalización neoliberal que
nos han impuesto como única versión posible; entre una Europa de ricos y de pobres en
donde los ricos gobiernan a los pobres al dictado de sus intereses
particulares; y entre una casta política de títeres que gobierna sabe dios para
quien, pero que no lo hace no para el pueblo.
En esta España débil y servil a una Europa que se despeña en la austeridad en donde no cuentan las personas ni sus derechos, lo único que tenemos garantizado, hoy por hoy, son el desasosiego y las carencias.
Si como veo la solución que tienen nuestros políticos para mantener "vivo" el sector agrícola en la provincia de Huelva es dar licencia para esclavizar impunemente a los trabajadores del campo, en el mañana-si existe- es mejor no pensar.
A aquellos esclavos de los campos de algodón los sometieron por la fuerza; a los nuevos esclavos que están apareciendo en los campos de naranjas y fresas, pretenden someternos por la necesidad.
Cada día se ve más claro que estos canallas que gobiernan el mundo nos han criado para comernos.
En esta España débil y servil a una Europa que se despeña en la austeridad en donde no cuentan las personas ni sus derechos, lo único que tenemos garantizado, hoy por hoy, son el desasosiego y las carencias.
Si como veo la solución que tienen nuestros políticos para mantener "vivo" el sector agrícola en la provincia de Huelva es dar licencia para esclavizar impunemente a los trabajadores del campo, en el mañana-si existe- es mejor no pensar.
A aquellos esclavos de los campos de algodón los sometieron por la fuerza; a los nuevos esclavos que están apareciendo en los campos de naranjas y fresas, pretenden someternos por la necesidad.
Cada día se ve más claro que estos canallas que gobiernan el mundo nos han criado para comernos.
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