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miércoles, 20 de marzo de 2013

PARA QUEDAR A SALVO


  En un comentario aparecido en la entrada “Cuando los zorros cuidan a las gallinas”, un amable anónimo afirma que cualquier cosa que digamos es para nada. Desde el punto de vista filosófico, por el nihilismo que encierra, daría para un interesante debate en el que un servidor estaría de su parte. No obstante, entiendo que la sentencia no se refiere  tanto a cuestiones metafísicas sino que se limita a poner de manifiesto el pesimismo o, al menos, el escepticismo de que sirva para algo… en Tharsis.
Aunque hay que reconocer que es casi verdad que no merece la pena decir nada si lo que se pretende es encontrar alguna reacción,  es ese casi  el que desde mi particular punto de vista no  hace acertado el comentario, y el que creo necesario matizar. Para que él sepa cuál es el principal motivo por el que un servidor- y cualquier persona-  está obligado a que decir lo que piensa, lo haré apoyado en el pensamiento de un sacerdote que, como el actual Papa Francisco, perteneció a la orden de los jesuitas.
Puede que algunos, después de haberme declarado nihilista, encontrarán contradictorio que recurra a alguien con una filosofía tan marcadamente espiritualista, pero yo no lo creo así.
A él, quienquiera que sea el anónimo amigo, le dedico la siguiente  historia extraída de “El cantodel pájaro”. En este bello libro escrito por Anthony de Mello en 1982, el religioso  busca el crecimiento espiritual de sus lectores mediante la lectura sosegada y reflexiva de los breves cuentos (budistas, cristianos, Zen, etc.) que lo componen. Ya recurrí a De Mello en este blog (Rebeldes domesticados) para explicar alguna cosa que estaba ocurriendo en nuestro pueblo. Ahora, en el enlace, podrán encontrar la versión en PDF del libro.
El cuento que escojo para responder es mucho más profundo que largo. Muy sencillo. Se titula Gritar para quedar a salvo…e incólume. Espero que dé respuesta a la cuestión que nos propone el comentario aparecido y, claro, que os guste.
Buena lectura.
Una vez llegó un profeta a una ciudad
Con el fin de convertir a sus habitantes.
Al principio la gente le escuchaba
Cuando hablaba, pero poco a poco
Se fueron apartando, hasta que no
Hubo nadie que escuchara las
Palabras del profeta.
Cierto día, un viajero le dijo al
Profeta: “¿por qué sigues
Predicando? ¿No ves que tu misión
Es imposible?”.
Y el profeta respondió:
“Al principio tenía la esperanza
De poder cambiarlos. Pero si ahora
Sigo gritando es únicamente para
Que no me cambien ellos a mí ”.

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Datos personales

Nací en el verano de 1962 en Tharsis.Aunque la mayor parte del tiempo la he pasado en esa mina también he vivido en otros lugares de España y Europa. En mi biografía nada reseñable. Nada de lo que sentirme especialmente orgulloso. Soy, eso que se dice, un tipo corriente. Aunque eso sí, debo confesaros que he vivído.