El siguiente artículo fue publicado en el diario Huelva Información en el verano del año 2006.
Las jornadas del patrimonio minero de Tharsis se realizaron en julio de ese año, costaron 6000 eurosy, aunque fueron interesantes, lamentablemente sirvieron para poco: ni interesaron al pueblo, ni concienciaron a las autoridades de la necesidad de proteger el rico patrimonio heredado.
El testimonio de los ponentes y la visión de fotografías y videos no sirvió para hacer comprender a los políticos que si en muchos lugares, con menos recursos, se habían puesto en marcha proyectos que ponían en valor y explotaban con fines turísticos el patrimonio industrial y minero, en Tharsis había patrimonio suficiente para intentarlo.
Pasaron los años de prosperidad, los dineros de Europa, pasaron las jornadas, se dilapidó el dinero, llegó la crisis y, como nos temíamos, nada sirvió para dinamizar el desarrollo local ni comarcal ni para abrir los ojos y la sensibilidad de la población.
La próxima semana se iniciará el desmonte de una parte importante de la historia de Huelva y de Tharsis. La historia y el posible futuro se venderá al precio que estipule el mercado de la chatarra; si algún día estos lugares fueron la vanguardia y por donde entró la revolución industrial en Andalucía, ya se acabó. Pronto no quedará ni el más mínimo vestigio de esa época de prosteridad y de grandeza.
1ª JORNADAS DEL PATRIMONIO MINERO DE THARSIS
De no haber sido por la presencia de la antropóloga Alida
Cartoni, fascinante mujer en la que adivino un alma bella y extraordinariamente
positiva, todo hubiese transcurrido conforme al previsible guión que algunos
esperábamos.
Los intervinientes que pude escuchar expusieron con más o
menos brillantez sus ponencias, algunas de las cuales, aunque ya habían sido
expuestas tres años antes y en el mismo lugar, no dejaron de ser interesantes.
Tan idéntica era la ponencia de D. Arsenio González a la anterior que hasta
otra vez acababa de llegar Bolivia de unas jornadas sobre patrimonio. Debo
reconocer no haberme sentido esta vez tan impresionado por los muchos viajes
transoceánicos de D. Arsenio.Coincidencias aparte, allí estaban los profesores con unos muy elaborados trabajos que, en unos casos daban cuenta de parques mineros que eran hechos consumados, y que en otros eran proyectos más o menos desarrollados que venían a demostrar la viabilidad de éstas iniciativas en muy diferentes lugares del mundo.
Gracias a que a tres o cuatro de los asistentes se les percibía un verdadero interés por lo que estaban escuchando y viendo en fotografías, no terminó pareciendo un soliloquio triste, donde los sólidos argumentos que siempre aporta la realidad nos demostraba que era una posibilidad que había tomado cuerpo en muchos lugares pero que aquí, por las particulares e indolentes circunstancias en que nos movemos, parecía haber mutado hacia el absurdo discurso de lo imposible.
Allí estaba, en primera fila, Fernando Recio, encabezando una representación de quienes en el Andévalo viven del bolsillo del pueblo. Este hombre, que apostó porque instalaran en Calañas el vertedero que después fue para Nerva, es el Presidente de la Mancomunidad del Andévalo, y en el año 2003 votó a favor de un Plan para la rehabilitación de los ferrocarriles mineros y su utilización para fines turísticos. En el 2006 ha permitido sin objeciones y sin protestas el desmantelamiento del trazado Tharsis-La Zarza, y el que todavía no ha movido un dedo para evitar el mismo fin al tramo Tharsis-Corrales. En medio de la ponencia que giraba sobre la experiencia portuguesa de desarrollo sostenible tras el cierre de la mina, seguramente le pudo más el tedio que el fingido interés, y se marchó.
También estaba Molins, el que pone encima de la mesa de los alcaldes del Andévalo los proyectos de reciclaje de plásticos y de incineradoras. No sabemos si en su trabajo como concejal de Millán o en su papel de Gerente de la Mancomunidad del Andévalo Minero. Lo cierto es que, entre llamada y llamada de teléfono, lograba sacar tiempo y se mostraba aplicado tomando notas en una libreta que no sabemos si guardaba los bocetos de la Villa Bioclimática que quería montar en Sotiel en el 2003, o las muchas propuestas que no ha hecho para la diversificación del Andévalo. Lo cierto, es que durante la intervención de Jaime, de Amigos de Tharsis, exhibía a ratos una grosera mueca que pretendía hacer pasar por una sarcástica y petulante sonrisa de menosprecio hacia las críticas que escuchaba de boca de quien, con sencillez, decía verdades como puños.
El auditorio lo componían unas treinta personas. El grupo más numeroso era el de funcionarios –para ellos era un día más de trabajo-, seguidos por el de personas venidas de la universidad. Del pueblo y no vinculados a la organización habríamos siete u ocho personas, de los cuales la mitad eran familia de alguno de los organizadores y por lo tanto no estaban realmente motivados.Y es que poner esas actividades entre semana y con esos horarios trae esas cosas, y todos lo sabemos.
Yo estaba porque tenía que estar, para que después no me echen en cara mis ausencias, y por tanto mi ánimo era el mismo de quienes organizaban con el mísmo ánimo esas jornadas que una carrera de motocross. Como ya conocía los discursos por jornadas anteriores en Tharsis y en el Campillo, me dediqué a prestar atención a las esdrújulas, que siempre quedan muy bien para cuando se habla o se escribe, y, sobre todo, a dar satisfacción a la morbosa curiosidad de ver cuántos, sin haber calentado el sillón del salón sociocultural, se apuntaban a la comida que todos les pagamos con los seis mil euros que dicen los señores del Ayuntamiento que costaron las jornadas.
Al reflexionar sobre lo visto sigo pensando que lo mejor sin duda fue la presencia de la señora Alida Cartoli. Una admirable mujer que llegó a seducir con su intervención a este optimista reconvertido por un proceso largo de desilusiones en pesimista, y que cuando mira ese cartel que no hace mucho tiempo colocaron a la entrada del pueblo, que dice “ECO DE UNA MINA”, puede ver ese ferrocarril en marcha y parando en estaciones desde donde nos desplazamos hasta réplicas de poblados tartésicos o romanos para comprar ánforas o vasos campaniformes, y saber cómo vivían y trabajaban las minas los antiguos. Pero que solo escucha un eco, el de un atormentado Deligny, que al tiempo de reclamar al menos una calle en el pueblo, como Dante nos invita a perder toda esperanza.
Ojalá me equivoque, ahora que ya todos –hasta la diputación ha alquilado una casa en el Rocío- somos beatos, juro por dios que nada me gustaría más que equivocarme. Pero me temo que se va a hacer muy poco, justo para que parezca que se está haciendo algo en vez de nada. Y añado, si me permiten, que ante la perspectiva de manejar los fondos de una hipotética fundación que probablemente no se hará, hay algunos que se están relamiendo y frotando las manos. Y se les nota.
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