EL ANDÉVALO, VAYA PLAN.
Desde antes de que estallase la
crisis, los que saben- que aunque son escasos existen- nos vienen advirtiendo
de que para garantizar la supervivencia y progresar, las zonas mineras
necesitan modificar tanto sus escenarios como las limitaciones en que tradicionalmente
se han movido sus economías y poblaciones. Para ello vienen reclamando
insistentemente no sólo dinero, que casi es lo más fácil de conseguir, sino
también el esfuerzo coordinado de todas las administraciones y agentes sociales, además del de las
diferentes sociedades implicadas en el proceso. Pero sobre todo –y eso sí parece una
misión imposible- claman por la elaboración y puesta en marcha de un Plan
Estratégico que afecte a las comarcas en donde se ha producido esa quiebra tan
dramática de la base productiva.
Piden, con buen criterio, que se identifiquen las oportunidades existentes; que éstas sean incorporadas a un esquema de ordenación territorial que permita realizar el diseño de un marco atractivo donde, junto con la inversión pública, la inversión privada pueda apostar con ciertas garantías por la puesta en valor de los recursos endógenos y potencialidades.
Eso dicen los que saben: que se necesita un PLAN. Así, con mayúsculas: ESTRATÉGICO. Pero los que no saben, que son cada día más y hablan más que piensan o escuchan, siguen sin darse cuenta de ello y continúan insistiendo en programa y planes que solo repercuten- sin demasiado éxito además- en los efectos más visibles del problema, y en donde el dinero, que al no ser sudado no duele, es la única solución y la estrella que esperan que deslumbre a sus votantes.
Hace unas semanas, el Delegado de Empleo de la Junta, no sabemos si después o antes de alguna comida que pagaremos usted y yo, y no sabemos cuántas veces, presentó el Programa Panacea ATYPE, acrónimo de Actuación Territorial Integral Preferente para el Empleo- ahí queda eso-, en el cual se establece un programa de ayudas de diez mil millones de las antiguas pesetas y que, según parece, “tiene como finalidad el apoyar a la implantación de nuevas empresas y la ampliación, renovación y consolidación de las ya existentes, de tal forma que facilite la creación de puestos de trabajo en ése ámbito geográfico y consolide un tejido industrial fuertemente deteriorado como consecuencia de la reducción de la actividad minera de la zona”. Estas líneas anteriores, que seguro que firmaría el Sr. Márquez, y que me he permitido poner entre comillas, las he extraído, palabra por palabra, de las declaraciones que hicieron los políticos de turno cuando quisieron vendernos la moto del Plan de Industrialización del Andévalo Occidental y del Plan de Industrialización de la Cuenca Minera de Riotinto en 1995. Plan que, dicho sea de paso, tuvo un programa de ayudas de nueve mil quinientos millones de las antiguas pesetas y que, prácticamente no sirvió para nada, si de lo que hablamos es de la creación de puestos de trabajo.
Parece mentira que ni por esos costosos fracasos se enteren ni que de ellos extraigan conclusiones. ¿Todavía no han comprendido que el fracaso estrepitoso del anterior Plan ocurrió porque, sencillamente, se centraron casi exclusivamente en, primero: establecer un marco de ayudas claramente insuficientes a las empresas y, segundo y más importante: porque se carecía de un modelo de organización territorial que facilitara el encaje entre inversiones privadas y públicas, y de éstas últimas entre sí? Pues parece que no.
Esto, que fue un error estratégico imperdonable del que deberían haber aprendido, fue además un despilfarro inaceptable de recursos públicos que de haber estado bien dirigidos y gestionados, podría haber dotado de un cierto dinamismo a la economía de la comarca, al tiempo de haber sentado las bases para actuaciones futuras.
Poner en marcha este programa, como los anteriores programas y planes, sin una estrategia de actuación que se organice en programas de actuaciones que respondan a objetivos particulares y concretos, pero que en conjunto produzcan una fuerte sinergia de articulación territorial, es un error y no contribuirá a dotar de fortaleza a las frágiles estructuras de las comarcas mineras.
Se necesitan fondos, dineros, es cierto; pero aún más se necesitan criterios coherentes y coordinación para diseñar un marco donde converjan las diferentes iniciativas que se han ido y las que se vayan adoptando hasta superar, tanto el aislamiento de éstas comarcas como la desestructuración territorial y las carencias infraestructurales.
De no trabajar en la dirección adecuada, éste programa y éste dinero servirá para lo mismo que sirvió que en diciembre de 1987 se declarase Zona de acción Especial a la Faja Pirítica de Huelva, y que se destinasen miles de millones supuestamente destinados a la diversificación económica de la zona. O para lo que han servido los convenios suscritos por la Junta de Andalucía con las entidades financieras. O los apoyos directos del Instituto de fomento de Andalucía, y para los que se dedicaron igualmente cientos y cientos y cientos de millones.
Tendrá, nos tememos, la misma incidencia positiva que tuvo la puesta en marcha en 1989 del programa Operativo del Norte de Huelva, implicando un gasto público de nueve mil millones, y para que bien poco sirvió.
O tal vez tanta cómo tuvo el Plan de Industrialización del Andévalo Occidental en el año 1995, donde se ofrecieron, solo para el autoempleo, subvenciones por importe de tres mil millones y donde se querían implantar, sobre el papel, quince nuevas empresas de importancia y dotar de treinta y siete mil metros cuadrados de suelo industrial a la zona. Y en donde, sin pudor, se hablaba de las enormes posibilidades que ofrecía el ferrocarril minero de Tharsis para uso turístico, por ejemplo.
A solo cinco años de que Andalucía deje de ser Objetivo uno para la Unión Europea no se pueden seguir repitiendo los mismos discursitos para tontos y las mismas pamplinas que tan caras resultan al bolsillo del pueblo.
La realidad es que en lo que al Andévalo se refiere, después de haber recibido muchos miles de millones, todavía tenemos que seguir hablando de un potencial de recursos inexplotados y de la necesidad de disponer de un marco general que facilite la convergencia de las diferentes políticas. De la necesidad de poner en marcha estrategias y programas de actuación que respondan a los objetivos reales y concretos que la comarca necesita; del agua; de la intervención sobre el patrimonio minero con fines turísticos. Y esto, cuando nos tuvimos que tragar que nos dejaran fuera del Plan Estratégico de Desarrollo Turístico de la Provincia de Huelva, y que aquí para nada se pusiera en práctica el Informe de Potencialidades y Utilización Turística de la Cuenca Pirítica de Huelva, también por ejemplo. Del latrocinio habido gracias a permitir la venta del patrimonio industrial como chatarra mejor ni hablamos.
Al problema de nuestros políticos se les puede llamar de muchas maneras, pero ninguna es buena. Incompetencia ya no les define.
Pero a ellos, cínicos que son, les traen sin cuidado: como ya ocurrió con los Planes y programas anteriores, con el ATIPE tienen otra vez dinero para salvar la “inexplicable” quiebra técnica de la Mancomunidad del Andévalo, para comidas, dietas, preparar elecciones, llenarse los bolsillos, y para premiar y enchufar a sus fieles y colegas.
Mientras tanto los demás, si pueden, que tiren palante y vivan de promesas. Y al Andévalo ….
Piden, con buen criterio, que se identifiquen las oportunidades existentes; que éstas sean incorporadas a un esquema de ordenación territorial que permita realizar el diseño de un marco atractivo donde, junto con la inversión pública, la inversión privada pueda apostar con ciertas garantías por la puesta en valor de los recursos endógenos y potencialidades.
Eso dicen los que saben: que se necesita un PLAN. Así, con mayúsculas: ESTRATÉGICO. Pero los que no saben, que son cada día más y hablan más que piensan o escuchan, siguen sin darse cuenta de ello y continúan insistiendo en programa y planes que solo repercuten- sin demasiado éxito además- en los efectos más visibles del problema, y en donde el dinero, que al no ser sudado no duele, es la única solución y la estrella que esperan que deslumbre a sus votantes.
Hace unas semanas, el Delegado de Empleo de la Junta, no sabemos si después o antes de alguna comida que pagaremos usted y yo, y no sabemos cuántas veces, presentó el Programa Panacea ATYPE, acrónimo de Actuación Territorial Integral Preferente para el Empleo- ahí queda eso-, en el cual se establece un programa de ayudas de diez mil millones de las antiguas pesetas y que, según parece, “tiene como finalidad el apoyar a la implantación de nuevas empresas y la ampliación, renovación y consolidación de las ya existentes, de tal forma que facilite la creación de puestos de trabajo en ése ámbito geográfico y consolide un tejido industrial fuertemente deteriorado como consecuencia de la reducción de la actividad minera de la zona”. Estas líneas anteriores, que seguro que firmaría el Sr. Márquez, y que me he permitido poner entre comillas, las he extraído, palabra por palabra, de las declaraciones que hicieron los políticos de turno cuando quisieron vendernos la moto del Plan de Industrialización del Andévalo Occidental y del Plan de Industrialización de la Cuenca Minera de Riotinto en 1995. Plan que, dicho sea de paso, tuvo un programa de ayudas de nueve mil quinientos millones de las antiguas pesetas y que, prácticamente no sirvió para nada, si de lo que hablamos es de la creación de puestos de trabajo.
Parece mentira que ni por esos costosos fracasos se enteren ni que de ellos extraigan conclusiones. ¿Todavía no han comprendido que el fracaso estrepitoso del anterior Plan ocurrió porque, sencillamente, se centraron casi exclusivamente en, primero: establecer un marco de ayudas claramente insuficientes a las empresas y, segundo y más importante: porque se carecía de un modelo de organización territorial que facilitara el encaje entre inversiones privadas y públicas, y de éstas últimas entre sí? Pues parece que no.
Esto, que fue un error estratégico imperdonable del que deberían haber aprendido, fue además un despilfarro inaceptable de recursos públicos que de haber estado bien dirigidos y gestionados, podría haber dotado de un cierto dinamismo a la economía de la comarca, al tiempo de haber sentado las bases para actuaciones futuras.
Poner en marcha este programa, como los anteriores programas y planes, sin una estrategia de actuación que se organice en programas de actuaciones que respondan a objetivos particulares y concretos, pero que en conjunto produzcan una fuerte sinergia de articulación territorial, es un error y no contribuirá a dotar de fortaleza a las frágiles estructuras de las comarcas mineras.
Se necesitan fondos, dineros, es cierto; pero aún más se necesitan criterios coherentes y coordinación para diseñar un marco donde converjan las diferentes iniciativas que se han ido y las que se vayan adoptando hasta superar, tanto el aislamiento de éstas comarcas como la desestructuración territorial y las carencias infraestructurales.
De no trabajar en la dirección adecuada, éste programa y éste dinero servirá para lo mismo que sirvió que en diciembre de 1987 se declarase Zona de acción Especial a la Faja Pirítica de Huelva, y que se destinasen miles de millones supuestamente destinados a la diversificación económica de la zona. O para lo que han servido los convenios suscritos por la Junta de Andalucía con las entidades financieras. O los apoyos directos del Instituto de fomento de Andalucía, y para los que se dedicaron igualmente cientos y cientos y cientos de millones.
Tendrá, nos tememos, la misma incidencia positiva que tuvo la puesta en marcha en 1989 del programa Operativo del Norte de Huelva, implicando un gasto público de nueve mil millones, y para que bien poco sirvió.
O tal vez tanta cómo tuvo el Plan de Industrialización del Andévalo Occidental en el año 1995, donde se ofrecieron, solo para el autoempleo, subvenciones por importe de tres mil millones y donde se querían implantar, sobre el papel, quince nuevas empresas de importancia y dotar de treinta y siete mil metros cuadrados de suelo industrial a la zona. Y en donde, sin pudor, se hablaba de las enormes posibilidades que ofrecía el ferrocarril minero de Tharsis para uso turístico, por ejemplo.
A solo cinco años de que Andalucía deje de ser Objetivo uno para la Unión Europea no se pueden seguir repitiendo los mismos discursitos para tontos y las mismas pamplinas que tan caras resultan al bolsillo del pueblo.
La realidad es que en lo que al Andévalo se refiere, después de haber recibido muchos miles de millones, todavía tenemos que seguir hablando de un potencial de recursos inexplotados y de la necesidad de disponer de un marco general que facilite la convergencia de las diferentes políticas. De la necesidad de poner en marcha estrategias y programas de actuación que respondan a los objetivos reales y concretos que la comarca necesita; del agua; de la intervención sobre el patrimonio minero con fines turísticos. Y esto, cuando nos tuvimos que tragar que nos dejaran fuera del Plan Estratégico de Desarrollo Turístico de la Provincia de Huelva, y que aquí para nada se pusiera en práctica el Informe de Potencialidades y Utilización Turística de la Cuenca Pirítica de Huelva, también por ejemplo. Del latrocinio habido gracias a permitir la venta del patrimonio industrial como chatarra mejor ni hablamos.
Al problema de nuestros políticos se les puede llamar de muchas maneras, pero ninguna es buena. Incompetencia ya no les define.
Pero a ellos, cínicos que son, les traen sin cuidado: como ya ocurrió con los Planes y programas anteriores, con el ATIPE tienen otra vez dinero para salvar la “inexplicable” quiebra técnica de la Mancomunidad del Andévalo, para comidas, dietas, preparar elecciones, llenarse los bolsillos, y para premiar y enchufar a sus fieles y colegas.
Mientras tanto los demás, si pueden, que tiren palante y vivan de promesas. Y al Andévalo ….
Agustín Gómez Pérez es miembro de
la Asociación de Amigos de Tharsis Ernesto Deligny.
Publicado en diario El Mundo en
octubre de 2007.
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