El exceso de optimismo de Zapatero ha terminado por hacer un daño tremendo a España. Haber visto una realidad deformada le ha impedido administrar los recursos disponibles con eficacia y racionalmente, eligiendo improvisadamente objetivos poco o nada claros y, en muchas ocasiones, lejos de nuestro alcance e interés.
Al embarcarnos en empresas absurdas y sin tener nunca clara la base sobre la que quería construir éste país, Zapatero ha conseguido una España amenazada y débil que camina sin rumbo hacia un estallido social que, si no se ha producido, es por la docilidad que aún mantiene controlada la situación. Los signos de decadencia son tan evidentes que ya nadie duda de que nos acercamos al desastre final. Y cuando la mente de quien está elegido para buscar soluciones está tan confusa que pretende enmendar los errores creando nuevos problemas, lo honesto es advertirle de que habrá una enorme desgracia si de inmediato no se retira a descansar.
Ahora, para salvar la cara ante la élite de la economía neoliberal internacional que lo acosa, y en contra de todo lo que ha venido manteniendo, está dispuesto a ponerse al servicio y apoyar a quienes pretenden aprovechar la actual coyuntura económica para explotar impunemente a los trabajadores.
El espectáculo de la reforma de las pensiones es un sobresalto que deberían de habernos ahorrado a los apesadumbrados españoles. Y la reforma laboral, tal como se está planteando, también aporta graves incertidumbres.
Si preocupante es el coste del despido, más lo es que se planten suprimir los límites que las leyes imponen a las ETT para gestionar la contratación y la búsqueda de empleo. Si los servicios públicos de empleo están desbordados o son ineficaces es ahí donde que hay que actuar. Las agencias privadas no pretenden ayudar a los parados. Lo que persiguen es regularizar y rentabilizar un marco que legalice la posibilidad de explotar a los trabajadores.
Y si no, que se pongan las pilas la inspección de trabajo y las administraciones provinciales competentes. Sin grandes esfuerzos encontrarán en muchas de esas empresas pago de salarios por debajo de lo establecido en los convenios; horas extraordinarias que no se pagan; abonos inferiores a los debidos a la S. Social; contratos irregulares; ausencia de planes de prevención de riesgos laborales; empresas de servicios que ceden ilegalmente la mano de obra y que actúan como ETT; aumento de la precariedad laboral… en fin, que si la reforma laboral que se vislumbra sirve para legalizar y generalizar el trabajo a destajo que se viene dando entre los pobres extranjeros que trabajan en el campo de Huelva, y que nos alejan a los parados nacionales de, por ejemplo, cortar naranjas, mejor lo dejamos como está.
A la ruina no hemos llegado casualmente. Zapatero no es ese hombre fuerte capaz de dirigir y unificar las energías de los españoles. Pero estar rodeado de serviles vividores disfrazados de políticos mediocres incapaces de detectar la realidad de su provincia, acercando así el rumor del inevitable estallido, tampoco le ha ayudado demasiado.
Agustín Gómez Pérez
Publicado en el diario Huelva información en Febrero de 2010.
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