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jueves, 26 de abril de 2012

AGUAVIEJA



               Cae la lluvia.
Caballos, la roca y una flor de jara
       La tradición cala el alma

LA PEÑA

Nos ensañaron y vivimos desde muy niños la devoción a la Virgen de la Peña, aquella que reina en el Andévalo e intercede clemente para aliviar los males de quienes la adoran. Antaño, al atardecer, estaba presente en los rezos de cada día cuando se rumiaban en casa las oraciones de los agradecidos. Era parte de la vida nuestra, su imagen presidía la morada como signo de suerte y bondad o sólo en señal de devota pleitesía. En los días últimos de abril sonaban cohetes en su honor y las madres cumplían las promesas haciendo descalzas y en silencio su camino hasta el Cerro del Águila. Los niños acompañábamos, mejor acomodados, en el delirio de aquella extraña devoción y una burra nos atenuaba la fatiga. Otras veces, ya mayores, con más alegría que devoción nos hacíamos sus cantores en la misa de aquel Domingo de Abril y le llevávamos coplillas de la mina; saboreábamos la comida en aquel largo mantel de suelo y volvíamos más resueltos por la misma senda, hasta las tierras profundas desde donde procedíamos. El sendero no era largo ni angosto y a veces se nos improvisaba la gana de hacerlo parte de los cánticos y lo andávamos a pie disfrutándolo más que en los burros o en la camioneta.

Para todos los hombres de la mina la Madre Peña era guía y protectora, constituía un canto de advocación inusual y su imagen era veneración constante detrás de cualquier postigo. Sin ser Ella la Patrona era adorada con emotividad sobre todo como recomendadora en las causas difíciles.

Aquel enorme pedestal suyo, del Peñon, conforma un paisaje ennoblecedor, duro, árido y gratificante; desde su altura se contemplan casi todas las dehesas del Andévalo, se adivina el horizonte de la mar abierta y casi se tutea a las estrellas en la noche de luna.

Allí se te aprisiona el sentimiento de la pasión con otro ardor y se formulan otras consignas para seguir caminando, por algo la madre Peña lo escogió como morada para siempre y hace gala y deshace lágrimas, reserva encantos, aminora el dolor y reina la paz del Andévalo.

Ramón Llanes.

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Datos personales

Nací en el verano de 1962 en Tharsis.Aunque la mayor parte del tiempo la he pasado en esa mina también he vivido en otros lugares de España y Europa. En mi biografía nada reseñable. Nada de lo que sentirme especialmente orgulloso. Soy, eso que se dice, un tipo corriente. Aunque eso sí, debo confesaros que he vivído.