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viernes, 20 de abril de 2012

EL MILAGRO ESPAÑOL



"La democracia en que vivímos es una democracia secuestrada, condicionada, amputada..." José Saramago.

Aunque los últimos años del franquismo fueron de prosperidad económica, y que el aumento del nivel de vida experimentado en España había servido para introducir a los españoles en la sociedad de consumo, los cuarenta años de obligado ayuno democrático hacía del pueblo español un pueblo insatisfecho. Anhelábamos parecernos a los países de nuestro entorno, integrarnos en una Europa que históricamente nos daba la espalda, y esto nos obligaba a introducir urgentemente cambios en el modelo económico y social. Por ello, la apertura política y económica no podía demorarse. Movidos por el sueño de alcanzar algo difuso que por entonces se llamaba Libertad, y, alentados, por no decir dirigidos, por quienes veían un universo de posibilidades y ganancias en esa rápida apertura de los mercados, se comenzó a preparar el tránsito hacia la democracia.
En junio de 1977, el mismo año que en España se padecía una inflación del 25%, los españoles votaban a sus representantes en las cortes. En 1978 se hacía lo propio con la Constitución. Una-otra- fuerte depresión económica mundial provocaba un presente difícil y anunciaba un futuro dramático, aunque eso pasaba a segundo plano, ya que en aquella España de cambios todo eran parabienes: las minorías financieras tenían garantizado el botín con la economía de mercado; el Rey, designado por el dictador Franco, incluida la monarquía en el paquete constitucional, era ya el Rey de todos los españoles; la clase política asumía todo el protagonismo y el poder absoluto, obteniendo, además, la vitola de democrática con pedigrí; y los españoles, como ya podían depositar una papeleta en una urna, tenían esas ganas de sestear propia de quien ha comido copiosamente después de un largo ayuno.
Por resumir, diremos que las reformas y pactos que se promovieron perseguían principalmente dos objetivos: la construcción de un Estado descentralizado, y la imposibilidad de hacer política desde un espacio alejado del centro político. Quienes quisieran estar incluidos en el juego tendrían que renunciar a idearios que pusieran en peligro cualquiera de los dos objetivos. Tejero y compañía pensaron que el pueblo español necesita siempre un amo, pero fracasaron. No hacía falta un amo, que esperaba un Felipe González que, ungido por el dinero de los alemanes, y designado por Armada como su segundo de triunfar el golpe, se sabía el Mesías. El pueblo, ingenuo, miraba con preocupación y motivo a la derecha, pero no estaba preparado para advertir los peligros llegados por la izquierda, y, los más despiertos, estaban, por el asunto de los pactos, obligados a la prudencia. Ese camino, por lo tanto, estaba despejado y había que aprovecharlo;  sólo era necesario renunciar a las señas de identidad si alguien se quería quedar con la tarta. Así, de perder los referentes históricos en Seresnes a perder la vergüenza hubo poco. Y de ahí al descarado saqueo de ayuntamientos, autonomías, y hasta del Estado mismo hubo menos. La democracia parecía vigilada, pero nadie vigilaba a los vigilantes. Sencillamente, hacían lo que les daba la gana mientras despejaban el camino para el advenimiento de unos mercados que cada vez acumulaban más deuda española.
Al pueblo, ante tanto reajuste económico, reconversiones,  rigor presupuestario y latrocinio había que ofrecerle algo, y la solución ya estaba escrita desde hacía siglos: pan-subvenciones y subsidios-, y circo- entretenimiento y propaganda-.
Para consolidar el sistema que promovían y financiaban desde más allá de nuestras fronteras, era vital desactivar a la Sociedad Civil española: controlar los medios para manipular a la opinión pública, dormir o comprar a las organizaciones sindicales, dividir a los grupos progresistas en multitud de ONGs cada una con sus propios intereses, alejar a los ciudadanos de la política confundiéndoles con la reducción de derecha –PP- e izquierda- PSOE- con la sola idea de promover un bipartidismo que son las dos caras de la misma moneda. Si la reducción de individuos a meros votantes fue importante, más lo fue el distanciamiento intelectual de los grupos sociales mediante el control sobre la educación.
Para cuando algunos dieron la voz de alarma, el pueblo español era portador de un silencioso virus totalitario que ya se había introducido en las calles, generalizando la inconsciencia, y provocando la estupidez y un analfabetismo político contra el que ya nos había advertido Bertolt Brecht y que, seguramente, es la madre nutricia de ésta democracia. Decía Brecht que:
"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato, y de las medicinas, dependen de decisiones políticas.
El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".

Hoy, que hasta para barrer las calles o poner ladrillos es necesario estar formado en los aspectos mínimos de la actividad,  obligándo a hacer cursos de formación, quizás sea lícito preguntarse en voz alta por qué, si no es por algún oscuro motivo, se permite a los analfabetos políticos participar en algo tan trascendente como una elecciones. El resultado no puede ser más lamentable y elocuente. Pero todo sea en el sacrosanto nombre de la falsa democracia. Esa del crimen de estado, de la corrupción generalizada, del transfuguismo bien pagado, del acoso al discrepante, de la Ley Electoral, de las designaciones a dedo, de los resultados de los informes PISA sobre educación...

En la Alemania de Brecht, los analfabetos políticos amamantaron al leviatán; aquí, de momento, sólo a los chiquilicuatres. Camino de los cuatro millones de parados-ahora vamos caminando hacia los seis- y España aún no ha reventado. Y eso, sin duda, es un milagro. Ese debe de ser entonces el milagro. Es verdad, pues, que el milagro español se ha producido.

Publicado en Abril de 2009 en H. Información.







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Datos personales

Nací en el verano de 1962 en Tharsis.Aunque la mayor parte del tiempo la he pasado en esa mina también he vivido en otros lugares de España y Europa. En mi biografía nada reseñable. Nada de lo que sentirme especialmente orgulloso. Soy, eso que se dice, un tipo corriente. Aunque eso sí, debo confesaros que he vivído.