Quiso la primavera dejarlo sin aliento, sin sombra, enmudecido; derribarlo del suelo donde arrancó su herida, pararlo en seco. Devolverlo al útero donde no existe el frío, donde la piel no es materia doliente si no golpes de viento con aroma de eucaliptos y pinos.
Devolverlo donde la luz amamanta a cherrines y acaricia el gorjeo de alegres gorriones; donde la sangre es sol, los nervios luna, y los huesos la niebla cegadora que empapa los jarales.
Eso quiso la misma primavera que le sopló la vida.
Ahora, ya polvo mudo, un templado relámpago en la memoria inmensa de la mina vive esparcido al viento, como quiso vivir, eternamente viajero sobre los mismos cerros y escorias donde exprimió generoso la vida y derramó, igual de generoso, al mundo su semilla.
Terminó la escala de su cuerpo mortal y regresó al comienzo, al misterio infinito.
Aunque quiso la muerte ejercer de tirana, someterlo a la soledad de yacer envuelto en el silencio aislado de todo lo que amó, la primavera y Antonio tenían otros planes.
Ahora nuestro amigo Antonio Rodríguez Medel es un elemento errante de ésta primavera bulliciosa que todo lo renace en La Divisa.
1 comentario:
Muy bueno amigo Agustin,tus destellos de poesía,despidiendo a ese gran hombre que fué Antonio Rodriguez López...Yo tambiem poseo un blog,esta es mi url......http://markitharsisgmailcom.blogspot.com.es/..sigue así,es un buen blog.
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